24/11/69
En el capítulo 33 del Libro de Job se nos dice que Dios le habla al hombre de dos maneras, pero el hombre no las percibe. Se dice: "En un sueño, en una visión de la noche en la que el sueño profundo cae sobre los hombres mientras duermen en sus camas, abre los oídos de los hombres y sella sus instrucciones". Díselo a un psiquiatra y, como separa al soñador de Dios, te dirá que todos los sueños provienen del soñador individual y no de Dios. Pero te digo: el nombre eterno de Dios es YO SOY, y si le preguntara quién está soñando el sueño, ¿el individuo no diría: "¿Lo soy?" ¿Y no se nos dice que ese es el nombre de Dios para siempre?
No puedes separar al soñador de Dios, y todos los sueños proceden de Él. Algunos son simples y no necesitan interpretación, mientras que otros se revelan en un lenguaje simbólico y necesitan un intérprete, como nos contó en la historia de José. Su verdadera identidad se revela cuando miró a los rostros de aquellos que habían tenido un sueño y vio que estaban perturbados, porque dijo: "¿No pertenecen las interpretaciones a Dios? Cuéntame tu sueño". Luego interpretó los sueños del mayordomo, del panadero e incluso del propio faraón, y todos se hicieron realidad tal y como él había dicho que lo harían. Ahora, si solo Dios puede interpretar un sueño, ¿por qué decírselo a José? Porque es una personificación de Dios. Su nombre fue cambiado de José (que significa "salvación") a Josué, que significa "Jehová es salvación".