6/1/69
El tema de esta noche es "El misterio de la imaginación". Podría haberlo titulado “El Misterio de Dios, el Misterio del Hombre, el Misterio de Cristo”. Habría sido lo mismo. Pero para esta noche tomé el uso de la palabra Imaginación: no ofendería. Pero estas tres son palabras intercambiables.
Así que aquí me imagino como tú. No podemos imaginarlo de otra manera. Todas las diferencias residen en el contenido. Y entonces nos hacemos la pequeña pregunta “¿Quién soy yo?” y nuestra respuesta a esa pregunta determina el contenido... y en eso diferimos. El vasto mundo entero difiere según su respuesta a esa enorme pregunta, que encontramos en las Escrituras. ¿Quién soy? Podría decirte que eres Dios. No lo creerías. Puedes leerlo en las Escrituras: “Estad quietos y sabed que yo soy Dios”. Lo leerás en el Salmo 46, pero no lo creerás. Si te dijera que eres Cristo, podrías ofenderte; puedes tener algún concepto externo de un ser y lo llamas Cristo. Cuando digo que imaginas, no te ofenderás porque sabes que imaginamos. Y puede que no creas ni por un momento que este poder de imaginar es el poder de Dios, pero, sin embargo, imaginas. Eso no ofendería a nadie.